






151 terrazas para 123 viviendas
Este proyecto comienza a redactarse en 2016, un mundo pre-pandémico, en el que, con frecuencia, los usuarios tendían a cerrar terrazas y balcones para integrarlos en los salones, en un intento de aumentar a toda costa la superficie interior.
El mercado inmobiliario buscaba casi sin excepciones reducir al mínimo los costes y agotar la edificabilidad con la menor construcción posible. Algo que aún hoy ocurre, pero entonces el contar con espacios exteriores no se consideraba como una ventaja comercial tan determinante y se evitaba, por lo general, invertir recursos en ellos para viviendas que no fueran de lujo. En este escenario, nuestro proyecto apostó por un edificio con grandes terrazas a sur para todas las viviendas, forzando incluso la normativa para poder volcar los comedores y cocinas al patio de manzana, más amplio y con mejor orientación que la calle al norte.
Los espacios exteriores se plantean, así, como extensiones naturales de las estancias interiores, en los que la vida doméstica encuentra nuevos escenarios y se propician nuevas actividades. En aquel momento, esta inclusión de grandes terrazas para el 100% de las viviendas era una apuesta arriesgada, sin embargo, el devenir de las cosas acabó por demostrar que la vida doméstica ya nunca podría volver a prescindir de los espacios exteriores.
El edificio hace de estas terrazas su principal rasgo distintivo. Los pretiles se mantienen continuos, pasando por delante de los huecos que separan unas terrazas de otras. Las bandas de ladrillo visto se van plegando para propiciar un juego de volúmenes, que, a modo de ejercicio de papiroflexia, dotan a la fachada de una gran fuerza expresiva.
Las terrazas a sur no solo son extensiones de las viviendas, sino que se erigen en grandes protectores solares, mejorando en confort de todas las estancias. La sostenibilidad del edificio se aborda desde un punto de vista holístico, atendiendo a cuestiones climáticas como la ventilación cruzada, la protección de huecos a sur, la ganancia solar en invierno, el control de puentes térmicos, inducción de corrientes a través del patio, etc., pero también a aspectos como la versatilidad o la durabilidad de los materiales o la capacidad del propio de edificio para mutar. La perduración de las construcciones en el tiempo es una de las formas de sostenibilidad más claras. La incidencia de la huella ecológica de las construcciones está claramente relacionada con el tiempo durante el cual están en uso. Asegurar espacios que puedan transformarse con mínimas reformas alarga la vida efectiva de los edificios, al mantenerlos en constante metamorfosis.
La tipología concentra la rigidez estructural y de instalaciones en una banda central que, a modo de “núcleo duro”, sostiene los espacios vivideros. Las potencialidades de los espacios y resiliencia permite que, con pequeños ajustes, la vivienda pueda transformarse, por ejemplo, en un loft, o en una vivienda con dos habitaciones en vez de tres; o podrían integrarse en un solo espacio salón y cocina o incluso se podría invertir la distribución para volcar la vivienda hacia el patio, etc. Versatilidad como capacidad de adaptación a nuevos tiempos futuros es uno de los mejores indicadores de sostenibilidad.
El edificio se sitúa en la zona suroeste de la ciudad de Córdoba, en la esquina que forman la Calle Escritor Conde de Zamora y la Avenida del Aeropuerto, que se transforma en la N437 y une Córdoba con las zonas de El Alcaide y Abejorreras, en un vector de crecimiento urbano que sigue, río abajo, el curso del Guadalquivir.
Los condicionantes urbanísticos parecían arrojar en principio soluciones muy rígidas de manzana cerrada y volúmenes muy estrictos. El proyecto ha buscado la manera de dar movimiento y singularidad al volumen sin perjudicar por ello los aprovechamientos. Desdibujar una curva demasiado preeminente en el contorno ha sido así mismo otro de los objetivos iniciales de la implantación.
Así, la manzana cerrada se descompone en dos cuerpos en L, que se acercan y se tocan ligeramente a través de pasarelas, conformando dos espacios libres de acceso de seis plantas de altura. Las fachadas, con su ritmo de huecos, recogen sin embargo estas pasarelas y cierran los volúmenes dotándolos de continuidad desde el exterior. Estas aperturas permiten además la ventilación transversal del patio de manzana al propiciar corrientes de aire. En las entradas al patio central se juega con las escalas, espacios muy verticales que traen la luz hasta abajo dan paso a la amplitud (quizás inesperada) del gran patio de manzana.
El espacio urbano intermedio se ha concebido como una plaza-parque. Formas orgánicas van uniendo todos los portales de acceso y al hacerlo delimitan entornos en los que se disponen la piscina, la pista de padel, las zonas verdes y los juegos para niños, pero también los patios de las viviendas de planta baja, separados de las zonas comunes por taludes vegetales. Los portales de entrada se formalizan con unas cajas metálicas, revestidas por el interior de azulejos. En los espacios comunes se incluyen además los aparcamientos de bicicletas, dispuestos bajo uno de los porches de entrada.
Dos geometrías en tensión, una quebrada y otra recta, conforman el edificio y establecen entre ellas una dualidad formal muy potente. Uno de los cuerpos en L adopta formas completamente ortogonales, mientas el otro quiebra sus trazas principales, geometrizando la curva de la manzana, y pliega las terrazas para generar una fachada en la que los vuelos se van contrapeando por plantas. La superposición de pretiles divergentes propicia interesantes juegos de luces y sombras, en los que los vértices de las terrazas de una planta emergen sobre los de la planta inmediatamente inferior. Este “dentro y fuera” de los balcones corridos es capaz de producir una fachada visualmente dinámica, cuyo aspecto cambia a medida que se rodea el edificio. Operaciones geométricas de este tipo, en las que se muestran repeticiones con variaciones aleatorias y se trabaja la seriación de elementos iguales ligeramente diferentes, entroncan con los trabajos de grandes arquitectos como George Candilis (1913-1995) o Mansilla y Tuñón.
Para dotar al edificio de mayor representatividad y aumentar los efectos volumétricos de los grandes quiebros antes explicados, la conformación del hueco tipo introduce también una secuencia variable, muy sencilla, que permite romper la homogeneidad excesiva del plano de fachada al que obligaba la normativa urbanística. Unos pequeños retranqueos, recercados por marcos de acero galvanizado en caliente, se disponen a uno u otro lado, lo cual, unido a la variación por plantas de los huecos, termina por producir un juego abstracto.
Un núcleo de comunicaciones verticales cada dos viviendas posibilita viviendas pasantes con doble orientación norte-sur. La ventilación cruzada asegura las corrientes de aire, por diferencia de presiones de viento entre fachadas, un gran número de días al año, mejorando significativamente la calidad del aire interior y el confort térmico pasivo en días los calurosos en los que no se alcancen temperaturas extremas. La protección solar que ofrecen las terrazas voladas garantiza total protección frente soleamiento directo en verano y entrada abundante de sol en invierno, cuando los ángulos de incidencia se tumban. Dotar a los espacios más públicos de la vivienda de un espacio exterior asociado supone una mejora muy importante de la las condiciones de confort. Los amplios huecos a sur permiten tener vistas permanentes a las plantas, los recorridos interiores de la vivienda se vuelven más ricos: se puede desayunar en la terraza, pasar del salón a la cocina por el exterior, tomar algo fuera y cenar dentro, etc.
En las zonas con terrazas, los pretiles discurren continuos a lo largo de toda la fachada, si bien existen zonas abiertas que separan las terrazas de unas viviendas de las de las otras. Unas cerchas revestidas de ladrillo visto consiguen la unidad de balcón a balcón.
Las crujías edificadas se organizan mediante un sistema de bandas de uso adyacentes. En planta, el edificio se compone de capas muy claramente diferenciadas: la franja de dormitorios, la de equipamiento, la de las zonas más públicas (salón y cocina) y la de las terrazas. Esta foliación de lo doméstico habilita, hacia el sur, una terraza corrida que proporciona protección solar, ofrece una alternativa exterior cubierta a comedor y cocina y permite una nueva conexión entre estos dos espacios, que complementa a la que ya se produce a través del recibidor. Grandes huecos practicables dan la posibilidad de, en los meses más templados, incorporar estos espacios exteriores cubiertos como extensiones los espacios más públicos de la vivienda. La existencia de espacios exteriores se ha ido progresivamente asentando en la mente de los usuarios como uno de los grandes complementos de la vivienda moderna. “Una terraza soleada puede convertirse en uno de los entornos más valorados de la casa”. Esta frase se extrae directamente de la memoria del proyecto básico, de hace 5 años, redactado en un mondo pre-COVID.
Una franja central de equipamiento recoge los baños, el vestidor y el vestíbulo de entrada, y en ella se incluyen así mismo todas las líneas estructurales intermedias. Desde el punto de vista tipológico, este ámbito concentra toda la rigidez espacial para dotar a las franjas exteriores con fachada de una total versatilidad, libres de imposiciones estructurales o de instalaciones. Como si fuera la columna vertebral del edificio, esta espina organiza desde dentro los espacios a ambos lados, que discurren longitudinalmente y se abren al exterior.
La versatilidad de una vivienda está en los grados de libertad que deja a los usuarios. Un núcleo central en torno al cual se van organizando todas las demás estancias trae consigo un enorme potencial de transformación. Los usuarios tienen en su mano la posibilidad de transformar completamente su hogar: cocina y salón pueden integrarse, la simetría interna, con amplitudes casi equivalentes a norte y a sur, permitiría incluso invertir las estancias para volcar los espacios más públicos a la calle o al patio, según las preferencias de los habitantes. Mínimas reformas abrirían un campo enorme de transformaciones posibles.
La última planta, la de los áticos, se retranquea con respecto a la alineación de las plantas inferiores. Una vivienda ocupa, con una crujía más estrecha y terrazas a ambos lados, la amplitud de dos de las inferiores, por lo que las terrazas se amplían aún más. Unos voladizos aportan protección solar a los grandes ventanales a sur. En la cara norte, las terrazas alargadas se rematan con una fachada abierta y porticada que da continuidad al plano norte del edificio y genera interesantes transparencias en la franja superior del volumen. Esta misma estrategia se utiliza en las pasarelas que cierran las aperturas de manzana, para unificar el volumen sin impedir las corrientes de aire a través del patio de manzana.