El modelo expansivo del Urbanismo, colonizador del territorio, instaló a la sociedad en una crisis de la que intentamos salir asumiendo colectivamente distintos paradigmas que, orbitando alrededor del medio ambiente, vuelven a la preocupación y al diseño del espacio público dibujando un derecho de la Ciudad que no la piense ni la quiera como una suma de reservorios aislados; porque la Ciudad es el dialogo, el choque incluso y, sin duda, el intercambio. La Ciudad regresa a sí misma, se recrea respetuosa con su patrimonio y se reconoce soportada por un territorio que la explica. El Derecho Urbanístico debe evolucionar a la par, dotando a la colectividad de un instrumento conciliador de la libertad y la intervención que asegure, y no sólo desde una visión crematística, el reparto de los aprovechamientos a los que como ciudadanos tenemos derechos: desde una vivienda digna al acceso a las oportunidades y valores añadidos que supone vivir compartiendo un único e identificado espacio.
Esto genera la necesidad de profesionales mejor formados que puedan optar por las mejores decisiones que ofrece el incremento de la flexibilidad unida a una mayor exigencia de responsabilidad en el cumplimiento de las tareas que nos encomienden.
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